Recorrieron tres países junto a sus hijos. Algunas madres cruzaron ríos con el agua hasta la cintura para evitar controles fronterizos, mientras que otras fueron engañadas por falsos agentes de viajes o sufrieron robos en el camino.
La migrante venezolana Genesis Valera, de 27 años, posa para una fotografía junto a sus hijos mientras descansas en el centro de servicios en la frontera entre Ecuador y Perú. Jun 15, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins
Amamantaron a sus hijos haciendo filas en puestos de control migratorios, atendieron fiebres en estacionamientos de autos y acariciaron las diminutas manos de sus hijos en viajes de autobús hacia un futuro incierto.
Un número sin precedentes de mujeres venezolanas llegaron el fin de semana a la frontera norte de Perú, según la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR. Son parte de las decenas de miles de venezolanos que se apresuraron antes de que Perú endureciera el requisito de ingreso para los migrantes.
“Estamos así como los ciegos, tratando juntas de llegar aquí”, dijo Érika Quevedo, de 28 años, tras sobrevivir un viaje de ocho días desde su natal Barquisimeto con sus dos hijos y su madre.
Como muchas de las docenas de mujeres venezolanas entrevistadas por Reuters en la ciudad fronteriza de Tumbes, en el norte de Perú, Quevedo dijo que pagó a “asesores” en Colombia para un viaje mas fácil para sus hijos, pero después descubrieron que éstos habían desaparecido con su dinero.
Con poco efectivo en su poder, sobrevivió el resto del trayecto uniéndose a otras madres solteras que conoció en el camino. “No sé qué hubiera hecho sin ellas”, dijo Quevedo.
REMESAS NO ALCANZAN
Los hombres predominaron en las primeras olas de la emigración venezolana, que suma una diáspora de más de 4 millones de personas, según Naciones Unidas.
Pero la creciente crisis de Venezuela ahora está desplazando a los más necesitados. Muchas de las mujeres, niños y ancianos que los hombres dejaron atrás se apresuran a llegar a ciudades de América del Sur y más allá.
Las esperanzas de un cambio en Venezuela son cada vez menores, ya que los planes de la oposición para obligar a que el presidente Nicolás Maduro abandone el poder pierden impulso.
Al mismo tiempo, las sanciones de Estados Unidos dirigidas a golpear a Maduro están exacerbando la crisis económica, afectando con creciente fuerza a los más necesitados.
“Con lo que ellos me mandan nada alcanza,”, dijo Rosalba Barrios, una madre de 51 años que cruzaba la frontera a Perú con una hija y dos nietos, en camino a reunirse con sus hijos adultos en Lima.
Con solo 18 meses de diferencia, Barrios perdió a su hijo de 28 años en uno de los frecuentes robos a mano armada en Caracas y a su madre de 83 años por un cáncer que no pudo ser tratado debido a la escasez de medicamentos. Sus familiares empezaron a migrar al extranjero después de eso, pero Barrio resistió.
“No es fácil migrar. No es fácil”, dijo Barrios, llorando mientras su familia se acurrucaba bajo la lluvia en el punto de control fronterizo. “Yo no quise salir. No es fácil despedirte, a dejar la vida que conoces.”
“APOSTÉ POR GUAIDÓ”
Marlioth Armas, de 28 años, lloró de frustración al describir la escasez de productos básicos en Venezuela. “¡Leche! ¡Un shampoo! ¡Nada!” dijo meciendo a su hija antes de continuar su viaje para reunirse con su esposo en Lima.
“Solo quiero vivir en un lugar donde se puede conseguir cosas y tener una vida normal”, agregó.
Muchas dijeron que habían contemplado migrar desde hace meses, pero que tenían la esperanza de que la crisis pasara. Encontraron inspiración en Juan Guaidó, el líder de la oposición que a principios de este año invocó la Constitución para declararse presidente interino en un abierto desafío a Maduro.
“Aposté por Guaidó. Aposté a que iba a cambiar nuestro país,” dijo Andraimi Laya, de 22 años, mientras su hijo de 2 años se movía en sus brazos.
Pero cuando el presidente de Perú, Martín Vizcarra, anunció que los venezolanos deberían contar con pasaporte y visa para ingresar al país desde el 15 de junio, Laya lo dejó todo.
Puso en espera su sueño de convertirse en policía, vendió su última posesión valiosa, un televisor, y se dirigió a Perú con su hija. “Dije, ‘no, no voy a morir aquí. Podría ser mi última oportunidad”.
Laya no estaba sola. Según las cifras oficiales, cerca de 50.000 venezolanos ingresaron a Perú la semana pasada, lo que generó retrasos en la frontera de Tumbes. En meses previos entraron entre 1.500 y 2.000 personas por día.
“Esta es una demostración. Esto es Venezuela diciendo que no queremos ser gobernados así. No queremos a ese hombre de presidente”, dijo Margarita Sulbaran, de 55 años y madre de siete hijos. “El infierno va a ser chiquito para él”, destacó en relación a Maduro.
Pero el viaje apresurado hacia Perú en la última semana fue, en gran medida, innecesario. Perú solo endureció los requisitos de entrada a los migrantes venezolanos adultos, dejando sin cambios sus políticas respecto a los solicitantes de asilo, quienes pueden seguir ingresando sin pasaporte.
La última ola de venezolanos esta llegando a Perú justo cuando el sentimiento hacia la migración se ha vuelto más negativo en el país andino.
Pero Quevedo dijo que cualquier cosa es mejor que ser madre en Venezuela. Pasó hambre durante su ultimo embarazo, y cuando nació su hijo, prematuramente, no pudo conseguir a una ambulancia ni a un taxi para ir al hospital.
“Mi hijo nació en mi casa y mi madre era la partera”, dijo Quevedo. “Si no fuera por mi madre, mi hijo no estaría aquí.”
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