Fuente original: El Impulso. – El silencio se ha convertido en una amenaza para la audición de los adolescentes. La exposición constante a ruidos fuertes y, en particular, el uso indebido de auriculares se han consolidado como los principales factores de riesgo que empujan a la juventud hacia una pérdida auditiva temprana.
El peligro de los dispositivos personales
La música a todo volumen, una banda sonora habitual en la vida adolescente, es el factor de riesgo más prevalente y controlable. Expertos en audiología advierten sobre la combinación letal de volumen alto (a menudo superando los 85 decibelios, el límite de seguridad) y tiempo de exposición prolongado.
– Publicidad –
Alto volumen: Mantener el volumen de los auriculares al 60% o menos de la capacidad total del dispositivo es la recomendación estándar.
Tiempo de exposición: Escuchar a volúmenes peligrosos por más de 15 minutos puede comenzar a causar daño irreversible a las células ciliadas del oído interno.
Ambientes ruidosos
Además de la música, otros entornos comunes representan una amenaza:
Conciertos y festivales: El nivel de ruido en estos eventos puede alcanzar y superar los 100-110 decibelios. Sin protección auditiva (tapones), el daño es casi inmediato.
Discotecas y bares: La música ambiental alta por horas contribuye significativamente al riesgo.
Ocupaciones de riego: Aunque menos común en adolescentes, la exposición a maquinaria o herramientas ruidosas sin protección también es un factor.
Detección temprana
El daño auditivo, especialmente el provocado por el ruido (hipoacusia neurosensorial), es progresivo e irreversible. Por ello, la detección temprana es crucial para detener o mitigar su avance. Padres, educadores y los propios adolescentes deben estar atentos a estas señales:
Síntomas manifiestos
El daño rara vez se presenta como una pérdida total repentina. En su lugar, se manifiesta con síntomas sutiles que a menudo se confunden con falta de atención o desinterés.
Tinnitus o Acúfenos: Es el signo más común de la exposición a ruido y a menudo el primero. Se describe como un zumbido, silbido o chasquido constante o intermitente en los oídos, especialmente notable en ambientes silenciosos (como al acostarse).
Dificultad para seguir conversaciones: El adolescente pide frecuentemente que se le repita lo que se dijo o tiene problemas para entender el habla en ambientes con ruido de fondo (como en cafeterías o reuniones familiares).
Necesidad de subir el volumen: Aumentar el volumen del televisor o de los dispositivos de audio más de lo que lo hacen otras personas en la casa.
Fatiga auditiva: Sentir cansancio o irritación después de un día de escuchar, ya que el cerebro debe trabajar más para interpretar los sonidos distorsionados.
¿Qué hacer?
Consulta con el especialista: Acudir a un Otorrinolaringólogo o Audiólogo. Estos profesionales pueden realizar una audiometría, la prueba estándar que mide la capacidad auditiva en diferentes frecuencias.
Pruebas de detección en la escuela: Abogar por la inclusión de chequeos auditivos rutinarios en los centros educativos.
El daño auditivo en la adolescencia no es solo una cuestión de volumen, es un problema de salud pública que requiere conciencia y cambios de hábitos para asegurar que la generación del futuro pueda disfrutar plenamente del sonido de la vida.
Comentarios recientes