Fuente original: Crónica Uno. – Más de 600 escuelas en Yaracuy abrirán en agosto para mantener el Programa de Alimentación Escolar (PAE), lo que ha generado rechazo en el gremio docente. Aunque el Gobierno asegura avances, la sostenibilidad del programa recae sobre trabajadores en descanso y sin garantías laborales claras.

Valencia. Aunque el calendario marca vacaciones, el Ministerio de Educación decidió que el Programa de Alimentación Escolar (PAE) no se detendrá en agosto. Como en años anteriores, las cocinas seguirán encendidas, pese al cansancio acumulado de los docentes y las dudas sobre las condiciones en las que se ejecutará el programa.

El ministro Héctor Rodríguez aseguró que la participación será voluntaria, “Respetaremos el tiempo sagrado de descanso de los maestros y maestras. Solo se quedarán quienes así lo deseen”, dijo Rodríguez. Sin embargo, el anuncio no cayó bien en un gremio que desde hace más de siete años ha reclamado mejores salarios y respeto a sus derechos laborales.

Para José Gregorio Medina, presidente del Sindicato de Educadores Regionales (SER) en Carabobo, pedir a los docentes que trabajen en vacaciones representa una violación de los derechos establecidos en la legislación venezolana. Recordó que la convención colectiva garantiza 45 días de descanso continuo.

En una escuela del municipio San Diego, la maestra Mirian Conde confirmó que no ha recibido ninguna notificación oficial sobre el plan, más allá de lo leído en redes sociales. Tampoco piensa asistir.

“Uno pasa por un año agotador. ¿También tendremos que encargarnos de esto en vacaciones? No, simplemente no”.

A más de 200 kilómetros de allí, en Nirgua, Lérida Ortega no se atreve a apagar del todo su celular, por si llega alguna orden oficial. Como directora de una escuela rural, ha tenido que hacer malabares todo el año para alimentar a sus alumnos. “Los niños nos necesitan”, expresó, pero también admite que muchas docentes estaban ya con el bolso hecho cuando se enteraron de que las vacaciones no serían completas.

Pero más allá del cansancio y la incertidumbre, hay una pregunta que sigue sin resolverse del todo: ¿qué comen los estudiantes?

Un menú con deudas

El PAE ha atravesado una prolongada crisis, agravada por la situación económica del país. En años anteriores, fueron los padres quienes debieron cubrir los costos de los alimentos. Aunque en 2025 algunos reportan mejoras en la regularidad del suministro, la calidad y cantidad de los alimentos siguen siendo cuestionadas.

Las decisiones sobre el programa se toman desde el Viceministerio de Instalaciones y Logística, a cargo de Willian Gil, quien también preside la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE). Esta institución promete ofrecer una alimentación “sana, nutritiva y suficiente” a estudiantes del sistema educativo básico.

El 29 de mayo, Gil y sus coordinadores se reunieron para afinar estrategias. “La política alimentaria debe responder a las realidades locales y a las necesidades de la población estudiantil. El alimento es parte del aprendizaje”, afirmó.

Aunque algunos como Mirian Conde reconocen que la distribución es más constante, la calidad de la comida sigue siendo motivo de quejas. Lérida Ortega, desde su escuela en Nirgua, confirma que la entrega es mensual, pero basada en productos de las cajas CLAP: arroz, lentejas, caraotas y, ocasionalmente, pollo.

“La proteína y las verduras siempre faltan. Terminamos poniendo dinero de nuestros bolsillos”, denunció.

No obstante, las cifras oficiales muestran un aumento en el volumen de alimentos entregados. De acuerdo con el viceministro Gil, durante el período 2024-2025, el PAE creció un 36 % en la cantidad de toneladas métricas distribuidas. “Pasamos de 5.494 a 7.510 toneladas de alimentos, incluyendo frutas, verduras, carbohidratos y proteínas”, indicó.

PAE
En los últimos 15 años, el PAE ha enfrentado constantes críticas por su irregularidad. Foto: archivo/Crónica Uno

Asistencia por hambre

El mayor incremento se dio en proteínas, con un alza del 75 %. Gil atribuye este avance a la dotación de congeladores y mejoras en la cadena de distribución. “Estamos aumentando no solo en cantidad, también en calidad”, aseguró.

Estas cifras son clave para el Gobierno, ya que la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) ha documentado el papel del PAE en la permanencia escolar. En 2023, el 10 % de las inasistencias se debieron a la falta de alimentos, y el 62 % de los estudiantes encuestados recibieron el beneficio del programa.

“Parece algo pequeño, pero tener desayuno y almuerzo de lunes a viernes representa un gran alivio económico”, añadió Ortega, quien trabaja en Nirgua, donde muchas familias envían a sus hijos a clase principalmente por la comida.

Según la presidenta del Instituto Nacional de Nutrición, Adriana Urdaneta, el PAE atiende a 4.600.000 de estudiantes y cubre 50 % de sus necesidades calóricas diarias. Pero esta cifra difiere de la ofrecida por el Ministerio de Educación, que señala 5.169.271 beneficiarios, distribuidos en 3.360.000 de niñas y 1.800.000 de niños.

Agosto sin timbres

Para 2025, el Ministerio de Educación recibió 92.749.000.000 de bolívares, equivalentes a 1.919.000.000 de dólares, lo que representó el 10,23 % del gasto público. De ese total, el PAE recibió 763.550 millones de bolívares (unos 15,8 millones de dólares al momento de su asignación).

Crónica Uno accedió a un documento oficial que detalla cómo funcionará el programa durante agosto en el estado Yaracuy. Las 644 escuelas seleccionadas no abrirán todas al mismo tiempo, sino que serán distribuidas en bloques semanales. Las que operen la primera semana no trabajarán las siguientes tres.

Entre los municipios con mayor número de planteles involucrados están Bolívar (88), Peña (78), Nirgua (74), San Felipe (49), Bruzual (54), Veroes (44), Independencia (39), Manuel Monge (38), José Antonio Páez (33), Sucre (32) y Arístides Bastidas (32). La mayoría son preescolares y centros de educación inicial como simoncitos, CDI y CENDI.

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Foto: archivo/Crónica Uno

Aunque en teoría la participación es voluntaria, Ortega afirma que en su escuela la asistencia ha sido distribuida por comisiones obligatorias. “Una semana le toca a una, la siguiente a otra. Ya muchas habían planificado sus vacaciones. Entendemos que los niños nos necesitan, pero también es un abuso”, contó.

El sol de agosto aprieta en Nirgua, y aunque no suenen los timbres escolares, Ortega ya se prepara. No sabe si llegarán más alimentos ni si le pagarán por esos días. Sus planes vacacionales se suspenden, una vez más, para atender una necesidad urgente que recae sobre hombros ya cansados.

El Programa de Alimentación Escolar ha demostrado ser clave para la permanencia de los estudiantes, sobre todo en comunidades vulnerables. Con todo, su continuidad en agosto deja al descubierto una deuda estructural: la sostenibilidad del sistema depende, en gran medida, del sacrificio silencioso de quienes lo sostienen.

Mientras las cifras oficiales celebran avances, en las escuelas persisten las desigualdades, la improvisación y una carga laboral que pocas veces se reconoce o compensa. La cocina escolar no se apaga, pero a costa del descanso de quienes la mantienen en funcionamiento.

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