Se acercan las vacaciones y comienzan a activarse las expectativas. Los deseos de viajar, participar en campamentos vacacionales, visitar familiares, ir al cine se convierten en imposibles para muchas familias. La frustración de no lograr que respondan a lo soñado puede traducirse en síntomas emocionales que dificultan la convivencia. La sensación de “no tener nada que hacer” y no poder disfrutar como lo hacen algunos vecinos e incluso otros integrantes de la familia, por falta de oportunidades, generan tensiones, mal humor, que hay que identificar y procesar para que no se afecten las relaciones.
Pasar muchas horas juntos puede generar tensiones. La intolerancia a las diversas formas de ser y actuar de los miembros de las familias, por edad, temperamento, intereses diferentes, hacen que se pierda la paciencia y los gritos, insultos y agresiones físicas se hagan presentes.
Los conflictos, que durante el año pudieron estar encubiertos, porque salíamos en la mañana y regresábamos en la noche, en las vacaciones cuentan con 24 horas para manifestarse.
Solo se pueden prevenir si reconocemos los factores que los generan para tomar medidas que posibiliten el autocontrol cuando las diferencias o contradicciones se activen.
En las vacaciones, más que nunca, es necesario negociar. Negociar no es imponerse, es comunicarse, intercambiar opiniones y hacer propuestas lo más democráticamente posible. Ciertamente no es fácil, cuesta complacer al otro porque podemos caer en la tentación de querer tener siempre la razón. Sin embargo, este paso es necesario si queremos enseñarles con el ejemplo a nuestros hijos a resolver los conflictos. Así podremos hacer de las vacaciones un tiempo para crecer como personas y enriquecernos como grupo familiar en situaciones complejas que requieren mucha tolerancia y empatía
En estos períodos, por la cantidad de tiempo libre, la dinámica familiar cambia, los horarios se tornan más flexibles a la hora de levantarse o ir a la cama, comer, recrearse, jugar… estos cambios pueden generar estrés, a veces difícil de manejar.
¡Hay que estar alerta!
Se incrementan los homicidios. En un estudio realizado por Cecodap, se pudo comprobar que en los períodos vacacionales se incrementa el número de adolescentes que fallecen por homicidios. Al tener más tiempo libre salen a divertirse y pueden ser víctimas de la violencia por riñas, crímenes pasionales, atracos o por verse envueltos en situaciones ilícitas, abuso de alcohol y consumo de drogas.
Suelen aumentar los accidentes en el hogar, especialmente en los niños pequeños quienes quedan al cuidado de sus hermanos, abuelos, más en estos tiempos de migración forzada de sus padres, los cuidadores no cuentan con posibilidades de tomar precauciones para evitar caídas, quemaduras… Esta realidad requiere estar atentos para apoyarse y garantizar la protección de los niños y adolescentes haciéndoles ver los riesgos y que puedan auto-protegerse en la medida de sus posibilidades.
El acoso escolar no toma vacaciones. La agresión a través de las redes sociales no cesa en esta temporada, al contrario, al haber menos supervisión hay más posibilidades de que se incremente.
Los atrapan las pantallas. La falta de oportunidades o alternativas para la recreación puede hacer que nuestros hijos queden atrapados por las pantallas del televisor, computadoras, video juegos, intoxicándose de contenidos inconvenientes para su salud emocional.
La comunicación para la prevención es clave. Los riesgos se pueden minimizar en la medida en que se oriente a los niños y adolescentes para el adecuado uso del tiempo libre.
¡Hasta la próxima resonancia!
Por: Óscar Misle
Twitter: @oscarmisle
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