Los migrantes venezolanos menores de edad que llegan a Colombia se enfrentan a numerosas amenazas. El Espectador habló con María Paula Martínez, directora ejecutiva de Save the Children, sobre su situación y los derechos que tienen al llegar al país.

Uno de los mayores retos que ha presentado la migración venezolana en Colombia ha sido la recepción de miles de menores de edad que llegan en condiciones de salud y psicológicas complicadas. Según Migración Colombia, para el 31 de diciembre de 2020 había más de 404.000 niños y niñas en territorio nacional. De ellos, más de 203.000 son mujeres y cerca de 201.000 son hombres. Eso sí, los datos de los menores de edad no acompañados son difíciles de precisar, pues muchas veces se mezclan con grupos grandes de migrantes.

Un adolescente entrevistado en 2019 por la Defensoría del Pueblo colombiana aseguró: “Mi caminada durante más de dos meses, día y noche, tiene que valer la pena para encontrar una mejor vida”. Según la institución, los menores de edad en mayor riesgo de vulneración de derechos se encuentran entre los 6 y 13 años.

El número de menores de edad venezolanos en el país se espera que crezca, más a raíz de la última crisis humanitaria desatada en Arauquita, luego de que más de 5.500 personas llegaran desde Venezuela huyendo de los combates entre el ejército bolivariano y grupos armados ilegales colombianos. Según datos entregados a este diario por la Gerencia de Frontera, de 0 a 5 años son 817 niños y niñas. De 6 a 17 años son 1.385, para un total de 2.202.

En conversaciones con este diario, María Paula Martínez, directora ejecutiva de Save the Children, habló sobre el panorama que viven los migrantes no acompañados, las dificultades y sus derechos cuando llegan a otro país.

¿Por qué aumentan los casos de niños que migran solos?

Los primeros venezolanos que migraron hace tres años fueron los hombres que dejaron a sus familias para buscar ingresos y ellos llegaron a través de distintas vías: avión, bus o caminando.

Luego siguieron caminando hacia Ecuador, Perú y Chile, y unos de ellos llegaron hasta Brasil y Argentina. Después asistimos a una segunda oleada, en 2018, donde muchas mamás empezaron a tratar de unirse a sus esposos, bien sea solas o con sus hijos, y muchos niños quedaron al cuidado de adultos mayores. Eso hizo que teniéndolos como responsables, unos de ellos cuidaron mejor o peor a los niños y entre ese público hay algunos niños entre la edad de 8 y 12 años que decidieron empezar a caminar para encontrarse con su familia.

Un gran porcentaje de ellos, es decir, el 70 % que decide empezar a caminar, tiene la expectativa de encontrar a sus papás y hacer una reunificación familiar. Salen con un celular en el bolsillo, con datos muy precarios de dónde pueden estar sus familiares y empiezan una aventura.

¿En dónde se registran más casos?

Depende de los ojos que tú tienes para evidenciar que la problemática está pasando. Los pasos formales se ubican en los territorios de frontera y, sobre todo, en la frontera que queda con Venezuela. Ahí es donde se puede notar que los niños están pasando solos, pero muchos de ellos no lo hacen por el control formal, sino por las trochas que hay en los cuatro departamentos que colindan con Venezuela.

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Entonces empezamos, yo te puedo hablar por Save the children, hace tres años y medio teníamos un promedio de cinco niños registrados, no acompañados, que entraban por Paraguachón, en la frontera entre La Guajira y Venezuela. Ahora ese número puede alcanzar los 20 o los 50 niños no acompañados que te encuentras. A veces se camuflan entre las hordas de personas que están caminando y logran unirse a un grupo familiar. Esta es la manera en que ellos se sienten medianamente protegidos o por lo menos no tan solos en el camino que están emprendiendo como inmigrantes y en situación de movilidad humana por toda América Latina.

¿Qué lleva a un menor de edad a salir solo?

La primera razón es encontrar a sus papás. Por algún motivo los niños están solos o al cuidado de alguien más, y deciden que ya no quieren seguir al cuidado de esa persona. Ese es el primer motivo. Un niño normalmente no tiene la conciencia de migrar por motivos económicos. Tampoco tiene la conciencia de migrar para mandar remedios, simplemente quiere encontrarse con su entorno familiar y sentirse protegido por la persona que él considera que le da esa protección.

El Espectador en video:

Centro Abrazar: un espacio libre de xenofobia para niños migrantes en Bogotáhttps://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.453.0_es.html#goog_1304745867Volume 0% 

He hablado con muchos niños que te cuentan eso. “Mi papá nos dejó hace algunos años, me dijo que se iba para Colombia. Mi mamá se murió, por ejemplo, o no tengo a quién más acudir y empecé a caminar para encontrarme con ellos. Entonces en ese camino es donde empiezan a enfrentar una serie de riesgos que los ponen en peligro, y que para muchos de ellos el camino no llega a su fin, sino que se interrumpe comenzando el viaje o cruzando por las trochas del territorio colombiano.

¿Cuáles son los peligros que viven los niños migrantes venezolanos durante su camino?

Pues muchos de los niños que estamos recibiendo en el territorio colombiano ya vienen en condición de desnutrición. En muchos estados de Venezuela las familias más vulnerables ya pasan hambre, y eso es lo que genera que muchas familias quieran empezar a caminar. Y de pronto, pues dentro de ellos muchos niños también no acompañados deciden buscar lo mismo, el alimento o la manera de sobrevivir en esa situación que están viviendo en Venezuela.https://d746f3100d8c440b2bf959488a8e400a.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html

Entonces los primeros riesgos son no encontrar abastecimiento de alimentos o de agua, no poderse hidratar y empezar a sentirse cansados, desprovistos de energía y sin ánimo para seguir. Con la migración también llegó la propagación de muchas enfermedades que ya no estaban en Colombia, y eso se debe a la falta de vacunas y de medicamentos en el país, como el sarampión. Los que caminan solos son niños que están expuestos a contraer enfermedades que ya estaban escondidas en Colombia y que pueden llegar a ser portadores.Lo segundo son los riesgos asociados a su protección.

Un niño que migra solo y no tiene a un adulto que lo proteja, significa que está confiando en su capacidad de autoprotección. Y aunque estos pueden ser conscientes de sus derechos o no, son niños que fácilmente se arriesgan a entrar en dinámicas de trata de personas, de explotación sexual comercial, niños raspachines o ser usados en el marco del conflicto armado.

Al final, lo que estamos viendo durante la pandemia del COVID-19 es que un fenómeno que ya había sido abordado desde muchos puntos de vista en Colombia, como los niños en situación de calle, vuelve a reaparecer. Niños acompañados o con sus familias, pero que finalmente tienen que aportar un sustento a sus hogares con la comunidad con la cual están viviendo.

¿Qué hace la organización con un menor de edad que migra solo?

Lo primero que hacemos apenas lo detectamos es que tenemos la responsabilidad como sociedad civil de apoyar a los garantes del derecho a que se encargue. Le tenemos que contar a alguien que ese niño va solo. Ese alguien normalmente es el ICBF, para empezar a tratar de identificar cómo podemos identificar, cómo podemos restablecer los datos familiares.

La Defensoría del Pueblo cumple un papel fundamental, hay una red de comunicaciones entre las Defensorías del Pueblo desde Venezuela hasta Chile justamente para tratar de identificar de dónde viene ese niño, quién lo puede conocer. No es que un niño no acompañado significa automáticamente que está en situación de abandono. Hay que identificar quién lo puede reconocer, quién lo puede reclamar y quién se puede hacer cargo de él. Pero indudablemente es el Estado a través del ICBF quien debería protegerlo y restablecerle sus derechos, así como lo hace con los niños colombianos.

¿Cuáles son los derechos que se les debe restablecer?

El primero es estar cerca de su familia. Por eso la primera actividad que se hace cuando encuentras a un niño no acompañado es identificar dónde está su familia, para poderlo ubicar en un entorno protector. El segundo es identificarlo, ver si trae documentos consigo y, si no, darle una identificación, porque es gracias a ella que podrá entrar a los distintos programas del Estado y servicios que están preparados para él. Se empezará a trabajar con ellos el acceso a ciertos derechos, el primero y más importante para todos los niños es no interrumpir su educación. Conexo con esos los temas de salud, una valoración de cómo se puede ayudar, hacer unos auxilios psicológicos y un apoyo a su salud mental, y empezar a trabajar, dependiendo de su edad, con un proyecto de vida.

La situación en Arauquita está delicada, ¿cuáles son los cuidados que se deben tener con los niños? Cuando las comunidades se desplazan o migran, y llegan miles de personas, es muy fácil que los niños se pierdan, y por eso es tan importante para organizaciones como Save The Children trabajar justamente en identificar dónde están los niños, hacerse responsable de ellos mientras los adultos se van a buscar las ayudas que les pueda estar dando un Estado o la cooperación internacional.

Lo siguiente es que en esa masa de personas se identifican niños no acompañados e injustamente tienes que identificarlos y aumentar los niveles de protección, es decir, hacerte responsable de esos niños que no tienen doliente para evitar que se nos pierdan o sean invitados a participar de actividades en el marco de la delincuencia común y en actividades ilegales.

El Espectador

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