Familias de Gran Sabana, en el estado Bolívar, pagan unos $64 mensuales en transporte escolar por cada hijo, para que diariamente crucen la frontera y estudien en Pacaraima, Brasil
Fuente original: Crónica Uno. – Bolívar. Diariamente niños, niñas y adolescentes del municipio Gran Sabana, en el estado Bolívar, cruzan a Brasil para ir a clases. Estudian en Pacaraima, municipio brasileño del estado fronterizo de Roraima, porque sus padres optaron por buscar una educación más estable, tanto por la infraestructura escolar como por los profesores.
“Se abrieron nuevas escuelas. El crecimiento ha sido tal que ahora existen también turnos nocturnos para atender la demanda”, comentó Diana*, una madre que durante tres años tuvo a su hijo en un plantel de la frontera.
De acuerdo con el medio Folha de S. Paulo en septiembre de 2024, en la Escuela Municipal Professor Ângelo Antônio Fernandes Biase (2.º y 3.º grado), de 391 alumnos 60,3 % son venezolanos.
En 2019 se estimaba que alrededor de 1000 niños y niñas de Gran Sabana estudiaban en Pacaraima y en 2021 aumentó más del doble (4000 alumnos) que años anteriores debido al incremento de migrantes.
Sin embargo, en 2022 el censo escolar de la Secretaría de Educación de Brasil documentó oficialmente que de los 3850 estudiantes 1583 eran migrantes, en su mayoría venezolanos, y 750 residentes de Santa Elena de Uairén.

¿Cómo es la dinámica?
Diana dejó de llevar a su hijo a una escuela en Pacaraima por problemas económicos. Actualmente, cursa estudios en un liceo de Santa Elena de Uairén.
En cambio, Fabio*, quien tiene a su hija en noveno año (tercero de bachillerato) paga 350 reales brasileros al mes, en transporte escolar en conjunto con otros padres. Esto equivale a unos $64 dólares, aunque en Gran Sabana la moneda que predomina es el real (o reais), seguido de los dólares y, de último, el bolívar.
El transporte en el cual se traslada el hijo de Fabio es una camioneta tipo vans que cruza diariamente por la frontera para hacer este tipo de traslados a los estudiantes. El precio obedece, además, a que los chóferes deben comprar gasolina internacional al valor de $2.
“Cuando estuvo cerrada la frontera en 2019, que fue cuando mataron a pemones para no permitir el ingreso de la ayuda humanitaria, varios padres nos organizamos. Cruzábamos en trocha, pero eso no podíamos hacerlo todos los días porque se pagaba una vacuna y era peligroso. Alquilábamos una vivienda entre varios y nos turnábamos por semana para quedarnos con los niños en Pacaraima y regresar el fin de semana”,recuerda Fabio.

Madres y padres prefieren llevar a estudiar a sus hijos a Pacaraima por el deterioro de las condiciones educativas en Santa Elena de Uairén. Aunque hay dos liceos importantes, el Nicolás Mesa y Wadaka‑Piapo, ambos padecen problemas estructurales, como filtraciones, falta de pupitres, escasez de profesores y episodios de violencia.
“El año pasado hubo niñas que se desmayaban, encontraron drogas y hubo que suspender clases por investigaciones. Y cuando llueve, el agua se mete en los salones y no pueden ver clases”,cuenta Diana.
El Colegio de Profesores del estado Bolívar estima que 15 % de las escuelas en los municipios del sur están en buenas condiciones. Para 2023 calculaban una deserción docente de casi 90 %, quienes migraron o se dedicaron a otros oficios, incluso a la minería.
Frente a esta realidad, algunas familias prefieren sacrificar la cercanía y los costos por la posibilidad de que sus hijos avancen.
En otros casos los padres y madres se han visto obligados a regresar a las escuelas locales pese a las fallas. “Mi hijo perdió tres años porque no le validaron los estudios de Pacaraima. Tuvo que empezar desde el primer año”, comentó Diana.
Barreras para los estudiantes
Para los estudiantes venezolanos hay otra particularidad y es la barrera del idioma. Esto los obliga a manejar el portugués como segundo idioma. Sin embargo, padres y representantes comentan que los docentes en Pacaraima han sido empáticos, al menos en la mayoría de los casos, durante el proceso de adaptación de aprender y dominar otro idioma para sus estudios.
Por otra parte, en Gran Sabana hay constante movimiento económicos hacia Pacaraima y viceversa. Por ello, desde hace varios años es común que ciudadanos venezolanos de este municipio manejen lo básico del idioma.
Impacto en Pacaraima
El crecimiento de la población estudiantil venezolana también genera tensiones en Brasil. Recientemente hubo operativos relacionados con la migración irregular, el uso de motocicletas por jóvenes estudiantes y el tema de vehículos venezolanos conducidos por residentes con doble nacionalidad.
Sin embargo, la dependencia económica de Pacaraima del comercio venezolano obliga a las autoridades a buscar soluciones más conciliadoras. “El mercado de Pacaraima depende de los venezolanos”, recalca Fabio.
Las autoridades brasileñas respondieron con la ampliación de la infraestructura escolar, la creación de nuevas escuelas primarias y la incorporación de turnos nocturnos. Aún así, el desafío persiste ante una población que no deja de crecer.

Mientras tanto en Santa Elena de Uairén las comunidades intentan sostenerse. Algunos líderes locales, como el alcalde actual, Manuel Vallez, trabajan en mejorar los drenajes y mitigar los efectos de las lluvias, pero la educación continúa rezagada.
“No se pierde la esperanza”, dice Diana. “Pero la realidad es dura y uno quiere lo mejor para sus hijos. Si eso está del otro lado de la frontera, toca hacer el sacrificio”.
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