Por Óscar Misle

Daniel (14 años) logró convencer a su mamá y papá para que lo dejaran bajar al
área social de su edificio para conversar un rato con algunos vecinos. La mamá,
que estaba desesperada por la irritabilidad del adolescente, aceptó con la
condición de que solo se reuniera con los dos vecinos de más confianza, eso sí,
manteniendo la distancia social correspondiente. Daniel le contestó: “Tranquila
mamá, utilizaremos las mascarillas. Será un máximo de dos horas”.

Daniel regresó y se fue directo a su habitación. Su mamá le preguntó qué iba a
comer e inmediatamente se dio cuenta que había consumido alcohol. Se sintió
desconcertada sin saber qué decir pues el papá todas las noches se toma unos
tragos para aliviar las tensiones y la ansiedad propia del confinamiento.
Daniel desde muy pequeño escuchó en su casa: “Hoy he tenido un día terrible,
necesito un trago” También en la cuarentena escuchó: “Menos mal que puedo
tomarme unos tragos porque se me hace menos pesado el encierro”.

Se va instaurando la necesidad de involucrar el alcohol en los diferentes
momentos de la vida: placer, dolor, soledad, vacío. El alcohol surge como un
aliado para evadir situaciones difíciles y en el caso de la cuarentena mitigar los
efectos del duelo que significa renunciar a los proyectos, planes, jornadas
laborales, escolares.

En el caso de los adolescentes no podemos desestimar la influencia del entorno.
En los centros educativos está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas; sin
embargo, es común que en actividades de recaudación de fondos, (verbenas,
actividades prograduación, eventos deportivos) se expende alcohol y los
organizadores se hacen la “vista gorda”.

Es un hecho el aumento del consumo del alcohol durante cuarentena. Es una
forma e mitigar momentos difíciles y estresantes que pueden llevar a beber más
seguidos y en mayor cantidad.

¿Qué podemos hacer?

Informar a nuestros hijos sobre los efectos del alcohol. Hacerles ver que si
bien es cierto que puede generar sensaciones de euforia, alegría y desinhibición
es peligroso por los daños físicos, psicológicos, emocionales y sociales. Detrás de
la violencia intrafamiliar puede estar presente el alcohol. En casos de conflictos,
tensiones, bajo los efectos del alcohol la persona puede tener dificultades para
autocontrolarse emocionalmente y se aumentan las posibilidades de agredir verbal
o físicamente a la familia.

Posibilitar espacios de comunicación. Se pueden ver películas, videos,
reportajes testimoniales que muestren cómo se deteriora la vida personal, familiar,
social y laboral de quien consume y lo difícil que resulta liberarse de la adicción.
La adicción es una enfermedad con un importante componente emocional suele
costar “sentir”, y se orientan a consumir para manejar esa emoción incómoda,
mitigarla o amortiguarla.

Contar con momentos de esparcimiento. Lo ideal es acordar un horario para la
recreación y el juego, las asignaciones escolares, colaborar con las tereas de la
casa, compartir en familia y reservar espacios para lo personal, leer, meditar,
reflexionar y hacer ejercicios.

Estar atentos a los cambios de comportamiento, descuido de la apariencia
personal, agresividad, ensimismamiento. Pueden ser señales de que algo los está
afectando emocionalmente. La comunicación debe ser cercana. No intimidatoria;
pero si en un clima de intimidad que nos permita abordar la situación.

Dar el ejemplo. Es difícil exigirle que no consuma alcohol si en la familia no
somos capaces de reconocer y superar nuestras propias adicciones. El caso
típico: Con una copa en la mano le decimos, “no quiero que tomes, no tienes edad
para eso”. El argumento de “yo soy adulto, puedo hacerlo; pero tú no”. Puede
llevar a la percepción de que el adulto si puede consumir alcohol aunque le haga
daño.

Nos podemos sentir mal porque no nos sentimos moralmente aptos para exigir a
nuestros hijos adolescentes que no consuman alcohol. Puede ser que seamos
adictos y nos cueste aceptarlo. El primer paso para liberarse de una adicción es
reconocerla para decidir buscar ayuda.
Hasta la próxima resonancia

Efecto Cocuyo

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