Por Fernando Pereira

El 2022 se estrena con un inicio del año escolar plagado de la misma incertidumbre que venimos arrastrando desde marzo de 2019. Cuando se avistaba luz al final del túnel, cuando se señalaba que la pandemia tenía los días contados, surge una nueva variante que vuelve a disparar las cifras de contagio y que los distintos países apliquen medidas de contención del nuevo virus.

El miedo, la soledad y la ansiedad se han hecho presentes en la vida de miles de niños y adolescentes. Por ello nos parece relevante comenzar el año retomando Mi Mente, título del Estado Mundial de la Infancia 2021 de Unicef, el cual se centra en los factores de riesgo y protección en momentos decisivos de la vida y analiza los determinantes sociales que configuran la salud mental y el bienestar.

El documento evidencia que la pandemia de COVID-19 ha suscitado una gran preocupación por la salud mental de una generación de niños y niñas. Será muy difícil ponderar el impacto de las privaciones sociales, afectivas y emocionales que han tenido que sobrellevar los niños y adolescentes durante este tiempo. El hecho es que muchas de las heridas abiertas durante este período los acompañarán durante su vida sin no son atendidas. Sin embargo, puede que la pandemia represente solo la punta del iceberg de la salud mental, un iceberg que hemos pasado por alto durante demasiado tiempo, advierte Unicef.

Revela el estudio que 1 de cada 7 niños o adolescentes tiene un problema de salud mental diagnosticado; por otra parte, expertos proyectan que entre el 50 y 70% de las enfermedades psiquiátricas del adulto comienzan en la infancia o en la adolescencia.

Inversión insuficiente

Asimismo, en el informe se hace un llamamiento al compromiso, la comunicación y la acción como elementos fundamentales de un enfoque integral para promover la buena salud mental de cada niño, proteger a los niños vulnerables y cuidar a los que se enfrentan a los mayores obstáculos.

Los investigadores aseguran que a pesar de las inversiones de los gobiernos y las sociedades en la promoción, la protección y el cuidado de la salud mental de los niños y sus cuidadores los esfuerzos han sido insuficientes. “Una de las razones fundamentales que impiden a nuestras sociedades responder a las necesidades de salud mental de los niños y niñas, las y los adolescentes y los cuidadores es la falta de liderazgo y compromiso. Es necesario que los dirigentes mundiales y nacionales y una amplia variedad de partes interesadas suscriban un compromiso (principalmente económico) que refleje la importancia de los factores sociales, entre otros, con miras a fijar una serie de metas en materia de salud mental” señala el documento.

¿Qué decir en el caso de nuestro país?

“La restricción presupuestaria es uno de los mayores obstáculos para el adecuado desarrollo de planes de salud, pero esto es aún más evidente en lo que tiene que ver con el área de salud mental y prevención del suicidio. Es ínfimo lo que se destina a estos programas, no es ni el 1%” sostiene un informe de Cecodap en el 2021.

Unicef reporta 716.988 casos (15,4%). Comienza un nuevo año y todo indica que continuará al alza la incidencia de casos de salud mental en Venezuela. Unicef aclara que las cifras se basan en trastornos como depresión, ansiedad, trastorno bipolar, alimentación, espectro autista, conducta, esquizofrenia, discapacidad intelectual idiopática, déficit de atención/hiperactividad (TDAH) y un grupo de trastornos de la personalidad.

Vamos a apoyarnos en la guía práctica Trastornos psiquiátricos de los niños y adolescentes en la consulta de Pediatría, recurso desarrollado para los tiempos de pandemia para hacer énfasis en uno de ellos: “Durante mucho tiempo se negó que los niños sufrieran depresión, pero los estudios de investigación y la realidad clínica demuestran lo contrario. La tristeza es el síntoma predominante, que puede ir acompañado de irritabilidad, incapacidad para disfrutar, ansiedad, apatía y sensación de aburrimiento. No se trata de simples variaciones del humor de un niño normal, hay que valorar que estos síntomas sean persistentes, la intensidad del sufrimiento y si limitan su vida diaria”.

Ante síntomas que indiquen esté o pueda estar afectada la salud mental hay que buscar apoyo profesional. Ante la falta de los recursos institucionales suficientes va a ser determinante que las familias puedan hacer el mejor uso posible de lo existente, consultas y líneas de apoyo psicológico que brindan diferentes organizaciones. Los centros educativos en el reinicio de actividades deben estar muy atentos ante las señales que puedan estar enviando los estudiantes, y apoyar a las familias en la derivación de los casos que lo requieran y, no menos importante, promover la educación emocional como parte del currículo como una prioridad de estos tiempos.

Efecto Cocuyo

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