Por Fernando Pereira
Manuela, como le hemos llamado para proteger su identidad, es una adolescente de 16 años de edad. Nació en la Venezuela del siglo XXI. Vive con sus padres en una vivienda asignada por un ente gubernamental. Es traída a consulta por sus padres al servicio de atención psicológica de Cecodap, debido a que el padre requería una evaluación psicológica como parte de un trámite. En dicho proceso se determina que efectivamente Manuela presentaba criterios que cumplían con un Trastorno Depresivo Mayor.
No obstante, para Manuela la atención psicológica no es un asunto nuevo, cuando se le pregunta desde cuándo va al psicólogo reporta “desde que tengo memoria”. Sabe identificar claramente su situación actual, especialmente en lo relativo a su salud mental “Es un fastidio, porque cualquier cosa lo afecta a uno, uno a veces llora por nada y es una desesperación que nos entra que uno no sabe qué hacer”.
Los síntomas presentados al momento de acudir fueron decaimiento, sentimiento persistente de tristeza, alteraciones del sueño, así como de alimentación, ideación suicida y pérdida de sensación de placer en actividades que anteriormente le resultaban placenteras. En vista de los síntomas descritos es referida al Hospital Universitario de la UCV, donde al ser evaluada se valida el diagnóstico y se le prescribe escitalopram y quetiapina, no obstante, debido al desabastecimiento de medicinas no pudo continuar su tratamiento, así como tampoco continuó asistiendo a la consulta psiquiátrica.
Sobre las respuestas que ha recibido de “profesionales” de la salud mental afirma “La primera vez, me dijeron que quería llamar la atención en un centro público. Después fuimos al universitario y me atendió un estudiante, me dijo que si yo lo quería hacer, ahí tenía el metro y ya. Tan sencillo como que dejara el drama y me tirara del metro de Ciudad Universitaria, que dejara la tontería de perder el tiempo”.
Ha presentado ideación suicida, lo cual en momentos ha supuesto la necesidad de recibir atención psiquiátrica e inclusive la posibilidad de ser hospitalizada. No obstante, esto no ha sido posible.
Intentaron probar suerte con la salud privada, sin embargo cuando les dieron presupuesto les resultó imposible de sufragar). Hoy día, una hospitalización psiquiátrica puede costar miles de dólares y no todas las familias pueden cubrirlo.
Describen que es difícil conseguir las medicinas, y al hacerlo resultan impagables. Dependen entonces para ubicar el tratamiento de la solidaridad de algunas personas, y sobre este punto es sumamente complejo garantizar la continuidad del tratamiento.
Al día de hoy sigue asistiendo a Cecodap, y a pesar de que ha evidenciado mejorías en su condición, persisten las dificultades en el acceso al tratamiento, transporte y condiciones de un sistema de salud idóneo para dar respuesta a su problemática.
Casos como el de Manuela están distribuidos en toda la geografía nacional. La emergencia humanitaria compleja que vive Venezuela ha supuesto un impacto devastador a múltiples niveles en todo el territorio nacional, afectando a niños, niñas y adolescentes y sus familias. Sin embargo, el daño causado a la niñez, la mayoría de las veces se mide a partir de otros indicadores, como son los de desnutrición infantil, mortalidad, deserción escolar, acceso al derecho a la identidad entre otros. La salud mental es el gran ausente dentro de estos indicadores, así como en las respuestas estatales y humanitarias.
El Servicio de Atención Psicológica de Cecodap advierte: “Hoy, la situación de la salud mental en Venezuela es sumamente precaria, y dentro de esta problemática las condiciones de niños, niñas y adolescentes lo es aún más. Se podría pensar que nadie muere por dejar de atender su salud mental. Sin embargo, esta afirmación además de ser tramposa es errónea, ya que entre otras consecuencias de las alteraciones en salud mental encontramos que el suicidio es considerado por la OMS como una de las principales causas de mortalidad en adolescentes a nivel mundial. Cera de 800 mil personas se suicidan cada año, y es la segunda causa de muerte mundial en la población entre 15 a 29 años.
En el Informe Somos Noticia el Servicio insiste en la necesidad de visibilizar esta situación y generar un Plan Nacional de atención de la salud mental de la niñez y adolescencia. Crecer bajo la emergencia, significa crecer con estructuras de soporte muy frágiles, y asideros comprometidos por la sensación perenne de amenaza. No son pocos los niños y adolescentes afectados directamente y que hoy requieren algún tipo de atención. Sin embargo, el tema permanece invisible a los ojos de una sociedad que lucha por sobrevivir.
Publicado en Efecto Cocuyo
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