Por: Luisa Pernalete
“Mi hijita lleva días sin querer ir al colegio. ¡Algo debe estar pasando!”, fue el acertado comentario de una madre, de esas inteligentes y observadoras que saben que a los niños puede que no les guste hacer tareas, pero les gusta ir al colegio. Y tenía razón, a la niña le estaban haciendo burla por ser gordita. Y es que cuando un niño manifiesta de manera reiterada rechazo por ir a un lugar o ver a una persona, hay que sospechar que “algo” está pasando. ¿Le están haciendo bullying en la escuela? ¿Alguien se está burlando? ¿A qué le tiene miedo?
Vamos a hacer un rápido recorrido de elementos que nos van a permitir detectar, prevenir o enfrentar algunos tipos de violencia, ya sea como familia o como educadores. Hablamos de violencia doméstica o sexual –puesto que tanto el hogar como la escuela pueden prevenirlas y deben enfrentarla. Hay señales de alarma, hay indicadores, que si los conocemos, nos permitirán proteger a los niños, niñas y adolescentes bajo nuestra responsabilidad, podremos evitar males mayores, porque la violencia, del tipo que sea y del grado que sea, deja consecuencias.
Lo primero que previene es crear un clima de confianza en el hogar, de manera que el niño o la niña, sea capaz de hablar de cualquier evento que le haya sucedido, sabiendo que no será reprimido y que se le creerá. Debemos saber que el niño suele decir la verdad cuando cuenta algo que le haya pasado, sea violencia escolar, sea violencia sexual infringida – normalmente – por alguien cercano a la familia. Entonces, los padres deben crear ese clima de confianza necesaria para que el pequeño se atreva a contar lo que le ha sucedido. También la escuela, ya sea con educación presencial – era más fácil – o con educación a distancia, también se puede crear ese clima de confianza, ya les daré unos consejos.
¿Cómo se genera confianza? Se comienza por acostumbrar a los hijos y a los alumnos a comentar sus estados de ánimo. “¿Cómo se sienten? ¿Cómo están hoy?” Son preguntas claves para un educador. Para los padres: “¿Cómo te fue hoy? ¿Tuviste un buen día?” Eso acompañado con la observación de su rostro. ¿Qué cara puso al responder? ¿Se sonrió? ¿Hizo una mueca, aunque respondió que le había ido bien? Y, además, estar atento a cualquier cambio en su estado de ánimo. ¿Suele ser conversador y está muy callado? Pues esa es una señal de que “algo” ha pasado. No necesariamente grave. Una vez, en una escuela de Fe y Alegría de Ciudad Guayana la portera notó que una pequeña de segundo grado que solía ser alegre y saludar se le veía triste, y no estaba saludando. Lo reportó a la maestra. Esta la estuvo observando y se atrevió a preguntar qué le pasaba. Para no hacer muy largo el cuento, la niña estaba siendo abusada por su padrastro. La escuela asumió su defensa y la niña se le entregó a la escuela y el padrastro fue detenido. Lo que permitió enfrentar el caso fue la observación cuidadosa de la portera.
Lo primero que previene es crear un clima de confianza en el hogar, de manera que el niño o la niña, sea capaz de hablar de cualquier evento que le haya sucedido, sabiendo que no será reprimido y que se le creerá. Debemos saber que el niño suele decir la verdad cuando cuenta algo que le haya pasado, sea violencia escolar, sea violencia sexual infringida – normalmente – por alguien cercano a la familia
Luisa Pernalete
Cualquier cambio en la conducta del niño o adolescentes, no sólo en su parte anímica, también en sus hábitos y costumbre: comer de más o perder el apetito, alteraciones en el sueño, retroceder en el control de los esfínteres… son alertas de que algo está pasando y puede ser que sea alguna violencia.
Otro elemento que previene la violencia doméstica es administrar las emociones por parte de los adultos en el hogar. ¿Cómo amanecí hoy? ¿Estoy angustiada? ¿Estoy brava? Buscar la o las razones de ese estado de ánimo y no “pagarla” con el más débil: el niño. No se trata de reprimir la emoción, sino de administrarla. La rabia, por ejemplo, es normal que se sienta por alguna razón, lo que no es normal es que reaccionemos de manera violenta con los que tenemos alrededor, y se produzcan “cortoscircuitos” que son destructores.
Además de reconocer las emociones, y en lo posible las razones de las mismas, ayuda hacer ejercicios de respiración profunda – eso baja los niveles de rabia y de estrés -. También ayuda, cuando se está alterado, contar hasta 10 – o hasta 20 – para “agarrar mínimo”. Lo que importa es evitar la reacción violenta.
Previene todo tipo de violencia, que se promueva el respeto mutuo: nadie irrespeta a otro ni el grande al pequeño ni el niño a la niña ni la niña al niño, todos deben respetarse. Para ello, hay que respetar a los niños y decirles que ellos merecen respeto. Totalmente errado es promover la venganza: “Si te dan devuelve el golpe. No te quedes con eso”. Una respuesta así, promueve la violencia a futuro.
¿Cómo se genera confianza? Se comienza por acostumbrar a los hijos y a los alumnos a comentar sus estados de ánimo. ‘¿Cómo se sienten? ¿Cómo están hoy?’ Son preguntas claves para un educador. Para los padres: ‘¿Cómo te fue hoy? ¿Tuviste un buen día?’
En este mismo orden de ideas, el respeto mutuo supone evitar esos comentarios que implican una cultura machista, tales como: “los niños no lloran” o “los varones son valientes y las niñas, cobardes”. Además, expresar los sentimientos es sano.
No se olviden de estar pendientes del internet: ¿Qué portales, páginas, abren sus hijos? ¡Mucha atención con las amistades que se hacen por internet! Hay mucha violencia navegando on line, el ciberbullying es muy dañino y la violencia sexual también usa esa vía. Entonces conviene también conversar sobre estos temas, con los niños, niñas y adolescentes.
Una estrategia que puede ayudar, tanto a padres como a educadores, a detectar si se está sufriendo algún tipo de violencia y no se ha comunicado, es contar “un cuento”, que, por supuesto inventaremos, en el cual, algún protagonista –sea un niño o sea un animalito que humanicemos – le sucede algún evento violento, en la escuela, o en la casa de un familiar, o en el bosque si nuestros destinatarios son muy pequeños y preferimos fábulas, y preguntar si conocen a alguien que le esté pasando lo del protagonista, estimular a que cuenten… Más de una vez, algún niño e incluso adolescentes, ponen en otros, lo que ellos están pasando. “Una amiga mía ….”, amiga que resulta ser ella misma.
Cuando se sospecha, o ya tenemos certeza de violencia intrafamiliar, escolar, sea física, psicológica o sexual, hay que actuar, que la víctima sepa que cuenta con nosotros – sea su familia o sea su maestro – es un error minimizar el hecho: “Eso es una tontería”. Igualmente, malo es proponer que devuelva el golpe o el insulto, como ya lo mencionamos.
No es una lista exhaustiva de lo que se puede hacer para educar para prevenir, pero son consejos prácticos que les pueden ayudar. Los pueden aplicar tanto padres y madres, como educadores. La base es la confianza que debe establecerse en el hogar y en el “salón de clases”, también a distancia. La violencia: la escolar, la intrafamiliar y la sexual, son temas que se pueden tratar en las clases a distancia. No desaprovechemos las oportunidades de proteger a los niños, niñas y adolescentes bajo nuestra responsabilidad.
El Pitazo
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